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CXVIII. Diego Sarmiento de Acuña a Filippo III (Londra, 17 marzo 1614).
Diego Sarmiento de Acuña, Conte di Gondomar, Correspondencia oficial, in Documentos inéditos para la Historia de España, voll. 4, ed. Duque de Alba et al., Madrid, Imprenta de la Viuda de Estanislao Maestre, 1936-1945, t. iv (1945), p. 278.
Señor: A veinte y cinco de henero di cuenta a Vuestra Magestad del estrado en que aquí estavan las cosas de Irlanda. Y lo que después ha avido es haver dado este Rey muchas órdenes para que las personas que ha mandado venir de Irlanda vengan luego, que son las cavezas de los católicos, y la gente más principal dellos, y hasta que estén aquí todos está suspendido el publicarse el edito y proclamación que el Rey manda se guarde en Irlanda, como en Inglaterra, de hazer todos el juramento y acudir a las Iglesias de los hereges.
El diputado principal, que se llama don Guillermo Talbot, que como avisé a Vuestra Magestad, havían vuelto a prendelle, sobre lo que pasó con este Rey, por no haver querido condenar la doctrina del padre Suárez, se vió su causa a veinte y cuatro de hebrero en la Cámara Estelata, que es el mayor tribunal deste reyno, porque se juntan todos los del Consejo de Estrado, los ovispos, condes y varones y los demás tribunales de justicia, y allí se determinan y votan las causas delante de todo el pueblo que quiere entrar a vello y oillo, y de lo que determina una vez, no hay suplicación ni apelación.
Aquí mandaron parecer personalmente a este diputato, y unos con gran exceso, y otros con más templança, todos le reprehendieron de querer defender la opinión de poder deponer y matar reyes, diciendo algunos a este propósito graciosíssimos disparates, y desafiando al Papa que saliese al campo, pues era príncipe temporal, y que con la espada y como cavallero averiguase las pendencias y enojos que tiene con este Rey, y no por traiciones y por mano de teatinos.
La conclusión fué condenar a este diputado en cuarenta mil ducados, y en cárcel perpetua, diciendo que se usava con él desta misericordia por entender que estava ya arrepentido.
A los veinte y uno de febrero me vino a ver el embaxador de Francia, y entre otras cosas que me dixo, devajo de grande amistad y confiança, fué que este Rey havía estado los meses pasados en boníssima disposición y bien afecto a los católicos y a nuestra sagrada religión, pero que agora está obstinadíssimo en los errores de la suya, y que él lo sabía y avía aberiguado bien estos días, y que entiende que el libro del padre Suárez es lo que más le ha endurecido, porque se ha cegado, pareciéndole que con aquella opinión no está segura su vida y está en escrivir él mismo, y que escrivan otros muchos, contra esta doctrina, conque entorpese y ciega el discurso para no ver la luz de la verdad, y assí están agora escriviendo cinco o seis, todos contra este libro del padre Suárez, y la autoridad temporal del Papa sobre príncipes, y dos libros que se han acavado de imprimir esta semana contra Velarmino embío aquí a Vuestra Magestad.
También me ha dicho el ambaxador de Francia que entiende que los doctores teólogos de la Sorbona de París, condenarán esta doctrina del padre Suárez, y que por auto del Parlamento se mandará que en Francia no se pueda vender ni leeer este libro.
Esta durezza y obstinación, que ha causado en el Rey este libro, me lo han dicho otros, y algunos deste Consejo, y que muchos protestantes y puritanos se han conformado con esta ocasión en la persecución de los católicos, diziéndole al Rey que si no los acava que no puede vivir seguro, pues con cualquiera toleracion y libertad que les dé vendrán a crecer y apoderarse deste reyno, para quitársele a él y dalle a quien el Papa quisiere, y de Olanda, Francia y Alemanna le dizen los hereges lo mismo, y también le ha dicho que Vuestra Magestad dió las gracias al padre Suárez de la impresión deste libro.
Y assí él anda con tan grandes temores que cuentan desto cosas muy particulares, y que no se atrebe a salir por las calles de Londres, porque trae sempre presente y delante la muerte del Rey de Francia, y cuando viene aquí es por fuera del lugar y en coches, corriendo por la posta, y está en esta ciudad lo menos que puede, assí porque es inclinado al campo y a la caza como porque allí todos los que van a hablarle son vistos y reconocidos. Dios le alumbre, que me haze mayor lástima ver esto, aviéndole visto en tan buena disposición, después que yo estoy aquí, conque tuve grandíssimas esperanças de verlo todo muy mejorado.
También me escrive don Balthasar de Zúñiga, de Alemanna, los malos efectos que hazen estas impresiones de libros para los mismos católicos, en el punto deste articulo, porque de todo lo que se escrive en defensa y confirmación de la religión católica, y condenando los herrores de las opiniones desta gente, no he visto aquí mostrar ningún sentimiento, antes se venden y compran los libros en esta ciudad públicamente como en Salamanca y Alcalá.
Y de la conjuración de la pólbora, y desto que algunos han escrito de poder quitalle el reyno y matalle, ha nacido la invención del demonio deste juramento, porque al que no le quiere hazer, como es justo no hazelle, luego le dizen que pues no quiere negar que el Papa tiene poder para poner y matar a este Rey, él se quiere levantar contra él y le quiere matar y es traidor, y hazen caso de fidelidad esto que ha sido el mayor freno que ha podido hallarse para embaraçar y detener a muchos para no osar a hablar y declararse por verdaderos y públicamente católicos.
A algunos deste Consejo, y en buenas ocasiones, he dicho cuánto mejor sería hacer un muy firme juramento de fidelidad, sin meter en él al Papa ni a las cosas de la Iglesia, y que con esto, aunque se añadiesen nuevas fuerças a la fidelidad de la persona del Rey, todos los católicos harían este juramento sin reparar, con que se conseguiría el fin de la fidelidad sin los escándalos que causa tan extraordinaria manera de juramento, y que qué fuerça puede tener contrato que se haze con el cuchillo en la garganta del que la otorga. A les parecido esto muy bien considerado, y hanme dicho algunos que estarán atentos aver si hallan modo como encaminallo, y certifícanme que con toda esta persecución crezen y son más cada día los católicos.
Y que en este término de fin de febrero, los juezes de las provincias deste reyno han dado memoria de más onze mil personas recusantes, que no quieren tomar el juramento, ni entrar en sus iglesias nombrando por su nombre a cada uno, y el vizconde de Montagu se compuso en veinte y quatro mil ducados, por sólo no tomar el juramento, quedando sujeto a todas las demás leyes y penas de no poder oyr misa ni tenr sacerdotes, pero con todo eso los tiene de ordinario. [...]
El padre maestro fray Diego de la Fuente, mi confesor, ha reducido estos días a un fraile capuchino y a un dominico de Canaria y a dos carmelitas, que estavan aquí perdidos, aviendo venido por desórdenes suyas como son todos los que vienen aquí, pero éstos llenos de honras y favores en este reyno se han desengañado de que todo es mentira, y con tierníssimas lágrimas se han reducido y buelven a la obediencia de la Iglesia. Los dos son ya idos y los otros dos se irán muy presto. Por todos los medios seguros que puedo procuro ayudar a los católicos y templar su persecuzión; dízenme que se haze algo, pero bien travajoso y bien malo lo veo todo, y certifico a Vuestra Magestad que muchas veces me desconsuelo, pareciéndome que ni hago aquí nada, ni sirvo de nada a los católicos, pues su persecución es tan grande. [...] En Londres 17 de marzo 1614.
Sire, il 25 di gennaio diedi conto a Vostra Maestà dello stato in cui erano qui le cose di Irlanda. In seguito è accaduto che il re ha ordinato ai capi dei cattolici e alle persone piú influenti tra quelli di venire subito dall’Irlanda in Inghilterra e finché stanno qui tutti è sospesa la pubblicazione dell’editto e la proclamazione che per ordine del Re, in Irlanda come in Inghilterra, tutti sono obbligati di prestare il giuramento e di frequentare le chiese degli eretici.
La causa del deputato piú in vista che si chiama William Talbot [avvocato e cancelliere irlandese], il quale, come avvisai Vostra Maestà, fu messo agli arresti per i contrasti che ebbe con il Re per non aver voluto condannare la dottrina del padre Suárez, fu trattata il 24 di febbraio nella Star Chamber, che è il maggior tribunale del Regno, poiché riunisce tutti i membri del Consiglio di Stato, i vescovi, i conti e i baroni e gli ufficiali dei tribunali di giustizia; in essa si decidono e si votano le cause alla presenza di tutto il popolo che vuole entrare per vedere ed udire e le decisioni, una volta prese, non sono soggette a suppliche o appelli.
Qui ordinarono al detto deputato di comparire personalmente; e tutti, chi con spavaldi eccessi, chi con piú moderazione, gli rimproveravano di voler difendere la tesi secondo cui si possono deporre e uccidere i sovrani; a tal proposito alcuni dicevano graziosissime corbellerie e sfidavano il Papa ad uscire in campo, poiché era un principe temporale, e ad affrontare, non con tradimenti o per mano di teatini, ma con la spada e come un cavaliere, le pendenze e i contrasti che ha con questo re.
La conclusione fu che il deputato fu condannato ad una multa di 40.000 ducati e al carcere perpetuo, dicendo che gli veniva usata tale misericordia per aver inteso che si era già pentito.
Il 21 febbraio venne a trovarmi l’ambasciatore di Francia e, tra le altre cose, mi disse, in grande amicizia e confidenza, che questo re aveva mostrato nei mesi passati ottima disponibilità e buon affetto verso i cattolici e verso la nostra sacra religione, che è ora convintissimo degli errori della propria religione; che egli ne era al corrente e lo aveva ben accertato in questi giorni, e che ha inteso dire che il libro del padre Suárez è ciò che lo ha indurito di piú e lo ha fatto infuriare, in quanto gli sembra che con quella dottrina non è sicura la sua vita ed è sul punto di scrivere egli stesso e di far scrivere a molti altri contro tale dottrina che annebbia la ragione e non le fa vedere la luce della verità; e cosí ora stanno scrivendo cinque o sei intellettuali, tutti contro questo libro del padre Suárez e contro l’autorità temporale del Papa sui sovrani; a Vostra Maestà invio due libri che qui sono stati appena stampati in questa settimana contro il Bellarmino.
Inoltre l’ambasciatore di Francia mi ha informato di aver saputo che i dottori teologi della Sorbona di Parigi condanneranno la dottrina del padre Suárez e che per decreto del Parlamento saranno impedite in Francia la vendita e la lettura di questo libro.
Altri – tra cui alcuni membri di questo Consiglio – mi hanno parlato della durezza e dell’ostinazione causate nel re da questo libro, e mi hanno detto che molti protestanti e puritani in questa occasione si sono ritrovati d’accordo nella persecuzione dei cattolici, dichiarando al re che se non la fa finita, non può vivere sicuro, perché quale che sia la tolleranza e libertà che venga loro concessa essi cresceranno e si impossesseranno di questo regno, per sottrarlo a lui e concederlo a colui che gode del favore del Papa; dalla Olanda, dalla Francia e dalla Germania gli eretici gli dicono le stesse cose e inoltre gli è stato detto che Vostra Maestà ha dato il suo consenso alla stampa di questo libro del padre Suárez .
Sicché egli vive con il grande timore che da ciò derivino cose molto particolari, e che non si azzarda ad uscire per le strade di Londra, perché ha sempre presente davanti agli occhi la morte del re di Francia, e quando viene qui è fuori luogo e in carrozza ha fretta e sta in questa città il meno possibile, sia perché è affezionato alla campagna e alla casa, sia perché lí tutti quelli che vanno a parlargli sono sorvegliati e riconosciuti. Dio lo illumini perché mi fa grandissima pena assistere a ciò, avendolo visto, dacché sono qui, in cosí buona disposizione d’animo, per cui nutro grandissime speranze di vederlo molto migliorato.
Inoltre don Balthasar de Zúñiga mi scrive dalla Germania illustrandomi gli effetti negativi che ha la stampa di questi libri sugli stessi cattolici, soprattutto su tale questione; mi sono reso conto che, a dispetto di tutto ciò che si scrive a difesa e vantaggio della religione cattolica e a condanna degli errori delle dottrine di questa gente, non nasce nessun sentimento; anzi in questa città si vendono e si comprano pubblicamente i libri come a Salamanca e ad Alcalá.
Dalla congiura delle polveri e dagli scritti in cui si approvano le tesi secondo cui è possibile togliere [ai sovrani] il regno e ucciderli, è nata la diabolica invenzione di questo giuramento, poiché colui che non vuole farlo, se da una parte è giusto che non lo faccia, dall’altra è subito accusato di non volere negare al Papa il potere di rimuovere e uccidere questo re e che colui che vuole ribellarsi a lui e vuole ucciderlo è un traditore; e fanno della fedeltà il maggior freno che è stato possibile trovare per mettere molti in guardia e far sí che non osino parlare e dichiararsi pubblicamente veri cattolici.
Ad alcuni di questo Consiglio, in talune buone occasioni, ho detto quanto sarebbe meglio fare un solidissimo giuramento di fedeltà, senza aggiungervi alcun riferimento al Papa né alle cose della Chiesa, e con questo, per quanto si aggiungesse nuova forza alla fedeltà della persona del re, tutti i cattolici lo accetterebbero senza remore, e con ciò si conseguirebbe il fine della fedeltà senza gli scandali causati da una forma cosí straordinaria di giuramento, che ha la forza che può avere un contratto fatto con il coltello alla gola di colui che lo subisce. Ciò è parso ad essi molto ben considerato e alcuni mi hanno detto che faranno il possibile per convincerlo e mi hanno attestato che, nonostante tutta questa persecuzione, i cattolici crescono e sono ogni giorno di piú.
E alla fine di febbraio i giudici delle province di questo regno hanno calcolato che sono piú di undicimila le persone recalcitranti che non intendono sottoscrivere il giuramento, né entrare nelle loro chiese, chiamando ciascuno per nome; il visconte di Montagu è stato multato per 24.000 ducati, solo per non aver sottoscritto il giuramento ed è andato incontro a un gran numero di leggi e pene, con il divieto di ascoltare la messa o di tenere sacerdoti; però con tutto ciò egli li tiene ordinariamente [...].
Il padre maestro fra Diego de la Fuente, mio confessore, ha riconvertito in questi giorni un frate cappuccino [Niccolò da Ferrara], un domenicano di Canaria [Petro Arlensi, non di Canaria, ma di Malta] e due carmelitani [Vanini e Ginocchio] che erano qui perduti, i quali erano venuti qui a causa della loro vita disordinata come quella di tutti coloro che vengono qui e che incontrano in questo regno onori e favori; ma si sono ravveduti ed hanno compreso che è tutta una menzogna, si sono riconvertiti con lacrime tenerissime e sono tornati alla obbedienza della Chiesa. Due sono già partiti e gli altri due partiranno al piú presto. Io procuro con tutti i mezzi sicuri di cui dispongo di aiutare i cattolici e di contenere la persecuzione nei loro confronti; mi dicono che si fa qualcosa; vedo bene che è molto faticoso e improduttivo, ed assicuro Vostra Maestà che spesso sono preso dallo sconforto, poiché mi sembra che qui non faccio nulla e che non presto alcun servizio ai cattolici, poiché la persecuzione contro di loro è tanto grande.. [...] Londra, 17 marzo 1614.
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